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de ALVAREZ CACERES,RAFAEL
de ALVAREZ CACERES,RAFAEL
El sueño del profesor de Historia y arqueólogo Elías Ríos, es descubrir la tumba de Imhotep. Unos misteriosos y disputados libros, que podrían haberse escrito en el siglo III a. de C., en Alejandría, subastados en Roma, pueden aportar nuevos y esclarecedores datos, para encontrarla.
Imhotep es el médico más importante que ha habido en Egipto en toda su historia, además de ser, también, el primer arquitecto del que hay testimonios escritos. Él construyó el primer monumento conocido en piedra tallada hecho por la humanidad: la pirámide escalonada de Saqqara. Tres mil años después de su muerte, todavía se le seguía adorando como deidad con fama de milagrero. Los griegos le asimilaron a Esculapio, dios de la Medicina. Imhotep es uno de los excepcionales hombres que, sin ser faraón, fue deificado; en los principales templos egipcios había capillas dedicadas a su culto. Si su recuerdo no hubiera estado oculto al mundo occidental durante cientos de años, probablemente, los médicos, harían un juramento imhotéptico, en lugar de hipocrático. Encontrar su tumba sería el éxito arqueológico más notable de la historia, mayor, incluso, que el descubrimiento de la tumba de Tutankamón.
Hay varias personas que ambicionan disponer de los libros para acceder a los tesoros que sus páginas describen; para obtenerlos no se detienen ante nada ni ante nadie.
En sus tertulias y sobremesas, los arqueólogos y sus acompañantes conversan sobre el nacimiento y decadencia de las civilizaciones. No pueden sustraerse a los tiempos convulsos que se viven tanto en Egipto como en Occidente. Algunos creen que la civilización occidental está en crisis y Europa, al menos tal como la conocemos en la actualidad, puede desaparecer en pocos años y su cultura ser sustituida por otras foráneas. La crisis de valores y la connivencia de las clases política y económica, suelen anunciar la declinación de las culturas. En el Egipto antiguo, en Roma y en otras civilizaciones hay ejemplos de situaciones sociales parecidas; la mayoría fueron irreversibles.
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