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El buen gobierno exige un equilibrio entre inteligencia y gobernanza.A su vez, el buen gobierno de la inteligencia demanda instrumentos que faciliten y garanticen que los análisis que se proporcionan esténconducidos por los principios de la objetividad, el pensamientocrítico y el interés común. Los profesionales de la inteligencia deben trabajar en entornos donde se favorezcan el pensamiento creativo y el pensamiento crítico, tanto como la experiencia y los procesosestablecidos. Igualmente, la inteligencia demanda del decisor unaactitud activa que facilite conocer los objetivos y necesidades paralos cuales se requiere de inputs analíticos. El peligro de que lainteligencia sea utilizada para legitimar decisiones a priori decarácter partidista o interesadas, siempre estará ahí. Por ello, lasdemocracias deben mantenerse alerta ante estos peligros y dotarse delos instrumentos apropiados para contrarrestar o dificultar que estosuceda. La confianza en las instituciones es un principio clave en las democracias, que se gana con los hechos en el día a día. La educación en inteligencia es también un instrumento que debe aprovecharse parasolventar estos peligros y para consolidar las democracias. Laignorancia o el desconocimiento también pueden llevar a conductas opreconcepciones inadecuadas con respecto a los servicios deinteligencia por parte del gobernante o del legislador.Las contribuciones presentadas al Tercer Congreso Internacional deInteligencia que recoge este volumen, se hacen cargo de algunas de las cuestiones centrales que afectan a la inteligencia en su relación con la gobernanza democrática.
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