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Uy, uy. El brillo de sus ojos no es un buen augurio: ¡el toro de fuego se encuentra permanentemente en modo ataque! No es de extrañar, porque es extremadamente irritable: ¡se enfurece cuando un solo pájaro se sienta en su espinosa espalda de roca de lava fría! Quien se acerque a él sentirá sus cuernos ardientes con los que podría perforar incluso a los oponentes mejor blindados. Quien consigue escapar a esta cornamenta afilada y abrasadora no debería alegrarse demasiado rápido. El toro de fuego guarda un as en la manga con su estela de fuego: un golpe con su látigo de fuego no solo duele terriblemente, sino que deja fuera de combate al atacante más obstinado. Ya sean amigos o enemigos, con él se queman realmente todos. Después de todo, debajo de su dura cáscara burbujea un núcleo inflamable de lava líquida