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de MOYA,MANUEL
de MOYA,MANUEL
Dulces son las praderas y los azules días de verano, el peso de la brisa y el olor de la lluvia en los pinares. Dulce es el agua que mansa corre por la acequia y el corazón de quien ríe y la voz cuando susurra. Fran estuvo aquí y es la pradera, la voz amarilla del susurro. Se marchó sin saber de las nubes que manchan el otoño, sin ver el óxido en los muros, el batir de las puertas, la oscuridad de los pozos. Azul era su pecho, y llenaba de azul los almanaques, las manos, los jardines, los domingos, mientras un lento escarabajo trepaba hasta sus labios enloquecido de luz y de inocencia.
No hay nada más tibio ni nada hay más amargo que la voz de un niño que, como un tren, hace temblar nuestra memoria.