¿Necesitas ayuda? Llámanos al 967 225 863
de VICTOR VILARDELL BALASCH
de VICTOR VILARDELL BALASCH
En las primeras películas de Chaplin nadie decía ni pío. Normal, porque eran mudas. Aunque hubiera dado igual que los actores se pusieran a hablar por los codos: los espectadores no paraban de reír y no hubieran oído media palabra. Para que no les doliera la tripa con tantas carcajadas, de vez en cuando Chaplin les daba un descanso... y los hacía llorar a moco tendido. Era capaz de hacer cualquier cosa con tal de que no se aburrieran. ¡Hasta de merendarse un zapato!