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de ALARCÓN CABRERA, CARLOS
de ALARCÓN CABRERA, CARLOS
Hitler no fue una lamentable excepción ni un accidente histórico. Las condiciones psicosociológicas que propiciaron su aparición son demasiado similares a las que se han presentado en muchos lugares en las décadas siguientes al fenómeno nazi, que continúan impulsando la emergencia de figuras políticas repletas de sadismo y masoquismo. Se trata de seres humanos angustiados y desbordados ante su imposibilidad psicológica de sostenerse como entes individuales que, detrás del pretexto ideológico de revoluciones nacionales, raciales o culturales, anhelan y necesitan evadirse sintiéndose capaces de provocar daño a los demás y a sí mismos, y de reprimir la libertad ajena y también la libertad propia. Lo que tienen en común estas derivaciones tanáticas e inhumanas de los humanos es la apelación religiosa, cuasireligiosa o seudoreligiosa a la fe en el líder como base para establecer un vínculo simbiótico entre gobernantes y gobernados, entre dominantes y dominados. Hitler fue solo, en tanto que Fuhrer (el término alemán para conductor, lider, guía), un transparente ejemplo de cómo guiar a un pueblo sumiso hacia la