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de DÍAZ MARRERO, DULCE
de DÍAZ MARRERO, DULCE
Un día me hablaron de un montón de sueños que en un suburbio submarino habitaba, que era condena-damente dulce y atractivo ese suelocrepuscular de bakelita y trajes de hippismo y cachemira. Era escuchar a Hendrix y no olvidarlo a través de un receptor de audio callejero,pero había otro frío o los abrigos de entonces eran puro anorak ruso,al observar en la oscuridad nocturna los pasos inquietos del panadero, que sube y baja como un duende los anónimos edificios. Atrás laciudad es un apetecible bocado para amantes y taciturnos pescadoresalongados a sus marquesinas de fosforescencias y plata lejana en unarrullo. Dulce se encoge sobre la cama y bajo una lamparilla portátilescribe. Su palabra es premonición, nihilismo envuelto en un directolenguaje, como en López Torres, al que nunca recordamos lo suficiente, con sus apoyaturas en el surrealismo, sin abuso, con un verso librebien resuelto generalmente, con sus imprevistos, sus sentencias yversículos. Anticipando una cierta narratividad pero asimismovaliéndose del contrapunto imaginista, cuando no pulsando un neo-romanticismo exaltador del yo, con marcados elementos que se adhierenal tema fundamental del amor, la muerte y el trágico destino. ¿Nuestra gente visualizó el ovni a la altura de la Divina Pastora, virgensanta, las luces huían hacia los Campitos, donde a veces se encendíanfogatas y gentes de distintos barrios confluían como al retomar unterritorio reserva. ¿Solían ser descampados donde ir a celebrar el fin de año pero al modo subcultural de las Montañas Rocosas, pongamos por caso. El líder estaba ahíto de alcohol y Baby Doll traficaba con lossentimientos de su amante. Permeable a los efluvios del saxo, ellutier de esta historia reparaba concienzudamente los rotos, con sullave hermenéutica.
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